Cuando te regalan una historia

Me preguntó si podía tutearme y le dije que claro que sí y que yo también lo haría. Me recordó a Bunbury, hablaba despacio, como arrastrando las letras. Se sentó y me contó un cólico renal con todos sus síntomas perfectamente ordenados, el mejor cólico que me han contado nunca. Al terminar dejó caer que creía que era un castigo divino.

Y ahí comenzó su historia.

Le pregunté que por qué. Verás, tengo un hermano gemelo idéntico a mí. Acaba de pasar un cólico de riñón y me he pasado los últimos días descojonándome de su dolor. Desde pequeños nos han pasado las mismas cosas. Él se rompía un brazo y a los días lo hacía yo. Me operaron de apendicitis y a él también. Tuve un accidente de coche del que salí ileso, vaya, podría decirse que mi coche abrazó un árbol. A los pocos días hablé con mi hermano por teléfono y le pregunté si le había pasado algo esa semana. Su accidente había sido dos horas antes que el mío.

Mientras la enfermera le sacaba sangre y él comentaba que tenía buenas venas y que en tiempos había sido donante -ya sabes, era joven, en parte quería ayudar y luego además es que al salir te dan un bocata- siguió contando que en una ocasión estaba en casa y le empezó a doler mucho el pecho -me quemaba un montón- y se acordó de su hemano, que entonces trabajaba en una fábrica de bollería industrial. Al poco rato le llamaron del hospital, su hermano se había quemado el tórax con agua hirviendo. Cuando llegué ya le dije: te habrás quemado tú, pero los primeros diez minutos me han jodido tanto como a ti.

Y así, ya puestos, me animé a preguntarle si nunca se habían enamorado de la misma mujer. Bueno no, pero una vez me presentó a una chica con la que salía y se la levanté. Al tiempo me hizo lo mismo, pero hace unos años él se cambió de acera y ya no nos ha pasado más.