14 noviembre, 2012

Días nido

Desde hace un tiempo, esto lo ocupa todo

05 febrero, 2012

Tempus fugit

La cena

Basta pasar unos segundos delante de un cuadro de Antonio López para sentir ese tic-tac que nos acompaña siempre. Y es que, encontrar el tiempo atrapado en sus cuadros, es lo que más me impresionó cuando visité la exposición antológica de su obra en el Museo de Bellas artes de Bilbao.
Antonio López, en un pulso contra el tiempo, ha pasado más de diez años pintando algunos de sus cuadros más importantes. En sus cuadros de exteriores buscaba la luz adecuada y cuando, con el paso de los días, la luz cambiaba, abandonaba el cuadro hasta que el sol volvía a situarse allí donde lo dejó. Y a otro cuadro.
En otras ocasiones no era la luz lo que marcaba el ritmo de sus pinceladas. Más bien parece que quisiera apropiarse de la realidad pintándola eternamente. Se pasó nueve años pintando La cena. Durante ese tiempo los rostros que aparecen en el cuadro fueron cambiando y él incorporó esos cambios a su pintura consiguiendo un cuadro de nueve años de duración, como esas fotografías que dejan el obturador abierto durante meses y al imprimirse la foto vemos que todo está ahí y parece magia.
Y luego están sus cielos y esas ventanas pintadas hacia afuera.
Y la esquina donde una vez se inventaron los besos más ricos del mundo.


15 enero, 2012

Jacques Henri Lartigue

Está claro, viendo la fecha de la última entrada, que la vida está en otra parte. 2011 ha sido un año difícil. Ha sido también el año en que visité Un mundo flotante, la exposición de Lartigue (1894-1986) que se exhibió en el Caixaforum con motivo de Photoespaña, allá por el mes de junio. Viendo las fotos se entiende por qué se le conoce como el fotógrafo de la felicidad. Salí fascinada por lo que había visto. Luego pasaron más cosas y casi se me olvida. Pero hace unos días me regalaron el libro de la expo y ahí están todos, saltando, riendo, siendo personas. Y lo he vuelto a recordar:

"La vida es algo maravilloso que baila, salta, vuela, ríe y pasa" Jacques Henri Lartigue









10 julio, 2011

Llámame por tu nombre

He leído estos días la segunda novela de André Aciman, autor que ya me fascinó con su Ocho noches blancas. Ha sido un libro leído en la distancia, a medias con Angéline, como hacemos de vez en cuando porque leer juntas nos hace sentirnos más cerca y eso nos hace felices.
Y he pensado mucho mientras leía la novela en los huecos, a veces tan grandes, que están presentes en el amor. La distancia física y la otra. Siempre es la otra. Ése pensar en el otro cuando no está. Y comprobar los recuerdos. El día en que apagaste una vela. Comprobado. Tu baile sexy en la cocina. Comprobado. La suavidad de tu pelo. Comprobado. Nuestros pies jugando en la bañera. También comprobado. Comprobar una, dos, mil veces aquella conversación o recordar un silencio, sostener el recuerdo cuando ya ha empezado a doler durante un segundo más, y otro y otro. Comprobar que has podido aguantarlo y no te has roto. Porque ya no te rompes al recordar. Me gustaría que lo supieras. Ya no me rompo.

"En tu situación, si hay sufrimiento, domínalo, y si queda alguna llama, no la apagues, no seas cruel. La ausencia puede ser algo terrible si nos mantiene despiertos toda la noche y ver cómo alguien nos olvida antes de lo que hubiésemos deseado no ayuda (...) No sentir nada por miedo a sentir algo es un desperdicio." Página 249

Llámame por tu nombre. Ondulante. Ponerse la ropa del otro para ser el otro. Las vidas paralelas. Saber casi de repente que cada amor tiene su hueco, que los amores no se solapan ni uno borra el anterior, porque también es mentira eso de que un clavo saca otro clavo. Y además es una frase tan fea. Comprobado.

"La mayoría no podemos evitar vivir como si tuviésemos dos vidas, una es la maqueta a escala y la otra es la versión final y luego están todas las adaptaciones intermedias. Pero sólo hay una, y antes de que te des cuenta, tienes el corazón gastado (...) Ahora sientes pena. No envidio ese dolor. Pero sí envidio que puedas sentirlo ahora." Página 250.


Condensar un libro en dos páginas, como se condensa el amor en un gesto. Comprobar el gesto. Ratonerías sin fin a tu vuelta.

02 junio, 2011

Ahora te vas a quedar dormida


Así como no podemos
sostener mucho tiempo una mirada,
tampoco podemos sostener mucho tiempo la alegría,
la espiral del amor,
la gratuidad del pensamiento,
la tierra en suspensión del cántico.

No podemos ni siquiera sostener mucho tiempo
las proporciones del silencio
cuando algo lo visita.
Y menos todavía
cuando nada lo visita.

El hombre no puede sostener mucho tiempo al hombre,
ni tampoco a lo que no es el hombre.

Y sin embargo puede
soportar el peso inexorable
de lo que no existe.

Roberto Juarroz


Si se pudiera medir el hueco que deja el dolor. Si se pudiera pesar lo que no existe. Si se pudiera sostener la lágrima antes de caer, si se pudiera pesar esa lágrima. Si todas las lágrimas pesaran lo mismo que pesa lo que no existe, si midieran lo que mide el hueco que deja el dolor. Si se pudieran medir o pesar entonces se podría contar cuánto ha dolido el dolor, cuánto ha pesado la lágrima.

Pero es que ni siquiera eso.

13 abril, 2011

¿Casualidad o destino?

En casa se cae la pegatina-palmera del baño y dos horas más tarde pierdes el tren que te aleja de mí. Ayer una amiga recibe tres mails seguidos con el asunto escrito en italiano, los tres desde España. Hoy me despierto llorando por una pesadilla y me llaman de Tele2 contándome otra. Durante dos años leo tus comentarios en un blog hasta que un día te leo en otro hablando de amor, pincho y el intro se convierte en una flecha que nos atraviesa de parte a parte, entrando por una víscera cualquiera, por ejemplo el corazón. Hace unos días hablo con dos amigos de su primer encuentro, me confirman lo que pensaba, que aquel primer encuentro no fue tal, que estuvieron en los mismos sitios con otras personas. Que tal vez hubo un roce, un "lo siento", un pisotón. Y hace unos minutos leo este poema:

Amor a primera vista

Ambos están convencidos de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.


Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?


Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.


Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,


una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,


que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.


Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?


Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.


Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es más que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.


Wislawa Szymborska


05 marzo, 2011

Texto escrito sin querer

No sé cómo se hace. Odio la frase El tiempo lo cura todo. Es mentira. El tiempo pasa y de repente un día todo duele exactamente igual que al principio. Vas por la calle pensando tengo que comprar esto o lo otro que no se me olvide llamar a X y de pronto te cae encima, porque algo te recuerda su voz, su olor, si es eso, el olor de su colonia entra por tus fosas nasales, se absorbe por la mucosa y viaja al cerebro pero esquiva las neuronas que se encargan de procesar los olores y decir es un olor a madera quemada o aquí huele a Inglaterra y llega hasta el lugar donde guardas tus recuerdos más bonitos, los revisa a una velocidad increíble y se queda justo frente a ése, al de aquel día en que te dijo que para ser feliz bastaba con tener unos calcetines azules. Y luego compras eso o lo otro y llamas a X y el día es como pensabas pero tú sabes que ya nada es igual porque cincuenta mil neuronas que están ahí dentro en la parte más profunda de tu cerebro están sacando brillo a ese recuerdo tuyo tan bonito, tan bien guardado.